En las noticias nos hemos enterado de manifestaciones de reclamo por la deficiente atención en el restablecimiento de la luz, esto en colonias o poblaciones de diferentes regiones del país. Lo que es importante se valora de manera especial cuando hace falta. Esto también sucede con la electricidad. Al faltar ésta en los apagones, es entonces que se dimensiona su valía. La electricidad mueve al mundo: fábricas, hogares, clínicas, escuelas, laboratorios, oficinas, sistemas de transporte colectivo, ahora también automóviles, por mencionar algunos de los múltiples usos de la misma. En pocas palabras, la humanidad como la conocemos colapsaría sin electricidad.
En México, en el pasado reciente se han suscitado continuos y prolongados apagones particularmente a nivel de redes de distribución. En obsequio de aportar desde la experiencia de quien esto escribe y abonar para clarificar este complejo tema, me permito compartir mi opinión como técnico.
1.- Los apagones suceden hasta en las mejores familias. Literalmente han ocurrido, ocurren y ocurrirán en todos los países del mundo. Incluso en los considerados de primer mundo. Existe registro de apagones que por su magnitud o impacto han quedado documentados en los anales de la historia moderna. En algunos países subdesarrollados, en África, por ejemplo, es mayor el tiempo que carecen de electricidad que el que cuentan con el servicio.
2.- El sistema eléctrico nacional mexicano es una compleja red de cientos de miles de kilómetros de líneas de conducción, con miles de subestaciones y decenas de centrales generadoras de diferente tipo, que opera las 24 horas del día los 365 días del año, gestionando ingentes cantidades de potencia y energía en un contexto de gran complejidad. El sistema interconectado nacional, como su nombre lo indica, es una gigantesca red interconectada la cual procura mantener un equilibrio en tiempo real de generación-demanda (consumo). Un sistema eléctrico interconectado como el de México, es un portento de ingeniería contemporánea.
3.- La mayoría de las líneas de conducción son aéreas. Por ello están expuestas a agentes externos y fallas. Los factores fortuitos como sismos, tornados, huracanes, incendios, accidentes, entre otros, serán siempre detonantes potenciales de fallas. No dependen de mantenimiento o criterios de operación. En pocas palabras; nadie puede garantizar la no ocurrencia de fallas. Lo que sí se puede hacer, es tomar acciones que reduzcan la probabilidad de que sucedan, así mismo realizar análisis de ingeniería con simulación de escenarios orientados a minimizar el impacto de las fallas o en su defecto a un pronto restablecimiento con las menores afectaciones posibles.
4.- En los últimos años se han presentado numerosas fallas, apagones, mayoritariamente a nivel de redes de distribución. Más allá de los indicadores de interrupciones que lleve internamente la Comisión Federal de Electricidad, la percepción social es que actualmente hay más apagones que antes. Esto tiene tres causas principales. La primera, es un problema referido a la falta o deficiencia de mantenimiento a líneas, redes y subestaciones de distribución. Este tema a su vez tiene que ver con contar con los recursos humanos y materiales suficientes y con la gestión de los mandos. La segunda, es que, al atender las fallas, el personal operativo usualmente se limita a restablecer sin resolver de fondo las causas que provocan las mismas, dando lugar a interrupciones repetitivas y a un uso ineficiente de los recursos. Esto tiene que ver también con problemas de mandos, procesos y recursos.
La tercera, es por una deficiente planeación y expansión de los sistemas eléctricos. La demanda de energía eléctrica crece anualmente a una tasa en promedio entre el 2 y el 3.5 % anual. Si aplicamos la fórmula de interés compuesto, con un crecimiento de 3.5 % anual prácticamente cada veinte años se duplica la demanda y obliga a expandir proporcionalmente la infraestructura. En los sistemas de conducción aplica la Ley de Joule, la cual refiere que a mayor corriente se incrementan de manera exponencial las necesidades de capacidad de los cables (ampacidad, que está en función del nivel de voltaje, tipo de materiales, temperatura, entre otros factores). De nueva cuenta, el factor humano en cuanto a gestión y competencia de los mandos y la disponibilidad de recursos es lo que determina este tema crucial.
5.- Con este escenario actual salta la pregunta: antes de la reforma energética de 2013, ¿el sector eléctrico mexicano estaba en ruinas, endeble, con frecuentes y prolongados apagones, con tarifas exorbitantes, con una mala percepción de los clientes? La respuesta es un no rotundo. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) era una empresa reconocida y respetada local e internacionalmente. No se podría comprender el crecimiento y desarrollo de nuestro país al margen de la participación de la CFE. Ha electrificado prácticamente todo el territorio nacional acorde a su lema original: “Electricidad para el progreso de México”.
Derivado de la referida reforma energética y sus leyes secundarias la CFE fue fragmentada en 9 subsidiarias y 4 filiales. Aunque la CFE tiene alrededor de 50 millones de clientes, la mayoría son en baja tensión, considerados como usuarios no calificados. Se ha quedado con el grueso de pequeños clientes, predominantemente de baja facturación, en muchos casos dispersos, con un componente político-social complicado en varias regiones (oponerse a CFE se ha convertido en bandera política), lo que ocasiona una operatividad compleja y de baja rentabilidad. Adicionalmente la han sometido a severos recortes presupuestales. Todo esto ha impactado desfavorablemente a la CFE. Trastocó su cadena de valor. Redujo su eficiencia operativa y administrativa y por ende su competitividad. Las evidencias saltan a la vista. Estados de resultados financieros complicados. La población, la sociedad, percibe y no para bien que la actual CFE no es la misma. La continuidad del servicio, atención de apagones, fallas y reportes, no se atienden con la prontitud de antaño.
Es evidente también que la gestión directiva no ha sido atinada en cuanto a liderazgo y estrategia. El grueso del personal no tiene en claro hacia dónde va la CFE. Predomina lo clásico de las empresas en crisis; mucho activismo y poca estrategia. En diferentes regiones del país el personal se queja de recursos insuficientes. Los mandos medios acusan de sobrecarga de trabajo con largas y desgastantes jornadas. En algunos casos refieren incluso maltrato laboral y trato irrespetuoso. En resumen, a manera de metáfora; a pesar de que muchos remen con fuerza y ahínco, al desconocer el rumbo de la nave, gran parte del esfuerzo es y será infructuoso. Hay mucho por hacer y mejorar.
En las regiones con conflicto político-social que repercute en el no pago por los consumos y en el uso ilegal de la energía, han dejado sola a la CFE sin el respaldo gubernamental requerido. El estado de Tabasco es un claro ejemplo de cultura de no pago y del uso ilícito de la energía. En cuestiones de inseguridad, lamentablemente se han registrado numerosos casos trágicos a lo largo del país.
El discurso gubernamental de rescatar a la CFE no es coherente con la realidad. Para hacer eficiente a la CFE se requiere ponerle el piso parejo en cuanto a regulación y normatividad. El respaldo del Estado para garantizar su quehacer y desempeño. Asignarle presupuesto suficiente e inteligentemente etiquetado y auditado. Asegurar un liderazgo y dirección competente con enfoque estratégico en todos los niveles y procesos. Un sindicato valiente y propositivo que vele por los legítimos derechos de sus agremiados y también esté comprometido con la productividad, honestidad y eficiencia. Se precisa de liderazgo genuino: visionario, ético y competente, que sea capaz de concebir y comunicar una visión de futuro atractiva –con un sentido de propósito– e inspire a la gente a hacerla realidad a pesar de los obstáculos, con estrategias atinadas y la moral alta buen clima organizacional. Quizá existan áreas donde se estén dando estas condiciones. Es necesario que prevalezcan en toda la organización.
No se pide que la CFE sea la misma de antes. Los tiempos y el mundo cambian. Se precisa convertirla en una empresa verdaderamente competitiva en el contexto actual. Las naciones se han visto en la disyuntiva de que sus sectores energéticos dependan del Estado o del mercado. Dejar la energía, la electricidad, totalmente en manos de empresas privadas sería una apuesta arriesgada. Ellas podrían en determinados momentos privilegiar sus utilidades y elevar los precios a niveles estratosféricos en perjuicio de los consumidores finales. Ya ha pasado y ocurre actualmente en varios países del mundo. El mercado por sí solo, sin una regulación juiciosa, puede dar lugar a aberraciones donde el maximizar las ganancias de las empresas y accionistas pasa por encima del bien común. Dejar el sector eléctrico como monopolio estatal absoluto tampoco es la mejor opción, porque sería difícil para cualquier gobierno hacer frente en solitario al colosal reto de expandir la infraestructura, sobre todo porque tiene variadas necesidades también prioritarias como salud, educación, seguridad, programas sociales, que consumen gran cantidad del presupuesto público. Por otra parte, los monopolios cual quiera que sea su giro, privados o gubernamentales, al no tener competencia usualmente soslayan los conceptos de eficiencia y competitividad.
La electricidad es pilar del desarrollo económico y social. En esta coyuntura de inicio de un nuevo sexenio, es momento de fortalecer a la CFE. México requiere de una empresa estatal como herramienta de política pública, fuerte, productiva, para evitar distorsiones del mercado, cuidar al consumidor, brindar un servicio de calidad y procurar por precios a la baja. Los apagones son una consecuencia, evidencia, que algo no está funcionando bien y puede agravarse. Apremia tomar medidas inteligentes y propositivas. Nos conviene a todos.