Energía Eléctrica. Un Asunto Complejo en el Sureste de México

El tema de la energía eléctrica en el sureste de México es polémico y con un evidente componente político. Esto por casi tres décadas. Aduciendo precios, obras de infraestructura, origen de la inversión, diferentes organizaciones político-sociales y partidos políticos han abanderado la oposición al pago por el consumo de energía eléctrica. Difícilmente los argumentos técnicos, financieros, inclusive éticos, pueden comprenderse con claridad ante la estridencia de la proclama política. En el sureste el año de 1994 marcó un antes y un después en la percepción social respecto a la electricidad y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Primero, el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el estado de Chiapas que convulsionó la región. Después el conflicto post electoral en el estado Tabasco en ese mismo año detonó una autodenominada resistencia civil. Ambos eventos dieron lugar a una oposición al pago por las facturaciones de electricidad en un alto porcentaje de la población de Chiapas y Tabasco, particularmente en el medio rural. Este asunto se convirtió en un atractivo botín de corte electoral para los partidos políticos. Al paso del tiempo diferentes gobiernos han intentado resolver sin éxito la problemática de no pago mediante acuerdos, convenios, condonaciones multimillonarias de adeudos, otorgamiento de mayores subsidios. Todo ha resultado infructuoso. El no pago prevalece en Tabasco y Chiapas. Incluso varias regiones vecinas se han contaminado. Emulan, imitan, la resistencia al pago por la luz en el sur de Veracruz, comunidades de Campeche, zonas del Istmo de Tehuantepec. Progresivamente dejan de pagar por sus consumos de energía. De la mano del no pago va el uso ilícito de la energía, especialmente en el ámbito rural, lo cual provoca diferentes perjuicios. Daño financiero a la CFE, consumo desmedido y superfluo de energía que obliga a tener que construir infraestructura y generar electricidad en demasía en detrimento de las finanzas nacionales y del medio ambiente. Al personal operativo de la CFE en el sureste les exigen desde sus corporativos centrales nacionales resultados en la disminución de adeudos –cartera vencida- y de pérdidas por el uso ilegal de energía. Sin embargo a nivel cupular no han sido capaces de acordar el resolver de manera contundente y definitiva la resistencia al pago. Pareciera que al Estado, en sus diferentes niveles de gobierno, no le interesa o conviene resolver esta problemática.

Generar, transmitir, distribuir y comercializar la energía eléctrica es complicado y costoso. No suena juicioso promover o soslayar el no pago por la energía que se disfruta. Tampoco el pretender pagar una fracción simbólica de lo que cuesta proveer el vital servicio a los consumidores finales. Esto le dificulta a la CFE el poder sufragar sus costos de operación y disponer de recursos para la expansión de infraestructura acorde al crecimiento de la demanda de energía. Ahora bien, ¿en verdad es cara la luz? Depende del cristal con que se mire. Si se comparan los precios promedio de la electricidad para hogares e industria en los reportes de la Agencia Internacional de Energía, encontramos que en muchos países es más cara que en México. La actual crisis energética ha disparado aún más los precios en Europa.

La experiencia al electrificar comunidades rurales de la selva lacandona en Chiapas es bastante ilustrativa. Los pobladores que nunca en su vida habían tenido energía eléctrica convencional refirieron perfectamente los contrastes. Para alumbrarse por ratos requerían utilizar por lo menos dos velas de parafina al día. A diez pesos cada una, eran veinte pesos diarios. El recibo de luz usualmente es bimestral -sesenta días-. Lo cual equivaldría a un gasto en velas de mil doscientos pesos bimestrales. Más caro de lo que les llega en promedio sus recibos de luz en tarifa doméstica. El uso de velas conlleva serios inconvenientes. No alumbra gran cosa para que los niños puedan hacer sus tareas escolares. Ahúma la vivienda y los pulmones. Puede provocar incendios y estos a su vez pérdidas materiales e incluso de vidas humanas. Además es necesario comprar pilas para dispositivos como el radio y las lámparas de mano. En la selva lacandona algunos comerciantes para enfriar bebidas, refrigerar perecederos, utilizar una copiadora o algún equipo electrónico, tenían que mantener operando plantas de luz de combustible lo cual es muy costoso, ruidoso, contaminante y complicado. Sin energía eléctrica no se pueden conservar alimentos ni medicinas en refrigeración, usar una licuadora, un ventilador para el calor, una bomba de agua, una computadora, una soldadora, o simplemente iluminarse, sin mencionar telesecundarias, clínicas, talleres. La experiencia con pequeños paneles solares aislados ha probado que no resuelven el abastecimiento de electricidad. No se trata de kilowatts-hora a secas, sino de calidad de vida. O la población entiende que debe usar racionalmente la energía y pagar por sus consumos, además de apoyar el crecimiento de la infraestructura (nuevas obras necesarias), o debe asumir el riesgo de eventualmente llevar a la CFE a la quiebra y que se privatice por completo el sector eléctrico, quedando en manos de empresas transnacionales cuyo fin prioritario es el negocio y las utilidades. Entonces sí se sabría lo que es una luz costosa y sin un enfoque de coadyuvar al desarrollo nacional. El Estado, los diferentes poderes y niveles de gobierno deben intervenir de manera inteligente y eficaz para resolver de manera pronta y definitiva esta problemática añeja y perniciosa. La luz más cara es la que no hay. El que esté dispuesto a prescindir de la energía eléctrica que levante la mano.