Recientemente, el 5 de mayo de 2023, la Organización Mundial para la Salud (OMS) declaró oficialmente el fin de la emergencia sanitaria global por el SARS-Cov-2 (Covid-19). Esta medida fue replicada por México y otras naciones. La pandemia de Covid-19 ha sido el mayor evento disruptivo de los últimos cien años. Su impacto está obligando a replantear muchos aspectos del quehacer humano. Lo más importante, será rediseñar el futuro con los aprendizajes que se han adquirido a partir del complejo fenómeno vivido. Este tema requiere de un sesudo análisis y reflexión. Casi a todos nos interesa el futuro. Nos atrae. Nos intriga. Desde siempre el hombre ha procurado conocer su futuro en lo personal y en lo colectivo. Algunos voltean hacia el futuro con temor. Otros con esperanza. Buscando conocerlo hay quienes optan por recurrir a lo esotérico; astrología, adivinación, horóscopos. Existe también una corriente de pensamiento seria, académica, formal para estudiar el futuro. La primera la dejamos de lado porque todo lo que tiene que ver con ocultismo no trae nada bueno. La segunda posición, versa sobre estudiar objetiva y adecuadamente lo relativo al futuro a través de la Prospectiva. Referirnos al futuro es un tanto complicado porque significa hablar de algo que aún no existe. No hay estadísticas del futuro. La Prospectiva trata sobre el diseño y construcción del futuro deseado –posible y conveniente–, mediante una mejor comprensión del presente y de nuestro papel en él, manifestando una actitud activa y creativa hacia el futuro, no pasiva o sencillamente adaptativa. Bajo este enfoque el pasado es único y pertenece a la memoria. El futuro es múltiple y pertenece a la imaginación y a la voluntad. La planeación tradicional usualmente opera bajo la retrospectiva, basándose en el pasado y presente, en las tendencias y pronósticos inerciales.
La Prospectiva opera a partir del futuro, sin desaprovechar la experiencia del pasado ni el conocimiento del presente. Prevalece en muchos una posición de cierto desprecio al futuro bajo la consigna de “vive el hoy, olvídate del mañana”. Esta postura de la inmediatez, de “lo único que me importa es el ahora”, es común en personas, gobiernos, empresas. Más temprano que tarde se pagan las facturas de no tomar en cuenta un futuro que llega demasiado rápido y por lo general hace padecer. La Prospectiva no busca adivinar el futuro; pretende diseñarlo y construirlo. Pone al futuro como un abanico de posibilidades, oportunidades, opciones, entre las cuales hay que seleccionar la que mejor convenga dentro del ámbito de lo deseable, probable y posible. De nuevo, no se trata solo de esperar o enfrentar el futuro con una actitud pasiva y/o adaptativa, sino proactiva. En otras palabras, se trata de imaginar –diseñar– el mejor futuro posible, y después actuar –implementar estrategias y acciones– en consecuencia para hacerlo realidad. Esto es aplicable a personas, organizaciones, gobiernos, sociedad, humanidad. Por ejemplo, en lo colectivo; qué futuro deseamos o esperamos en cuanto a contaminación, recursos naturales, alimentación, salud, prosperidad, energía, desarrollo.
Gaston Berger apuntó que contemplando el futuro se transforma el presente. En la Prospectiva la reflexión, anticipación, invita e ilumina a la acción. Frente al futuro se identifican cuatro actitudes posibles: el pasivo que sufre el cambio –como avestruz–. El reactivo apaga fuegos –bombero–. El que se prepara para los cambios previsibles; –el preactivo–, y el que trata de provocar los cambios deseados; –el proactivo–.
Estos tiempos convulsos obligan a replantear el futuro post Covid-19 en todos lo planos. El sector energía no escapa a este imperativo. La tendencia que se traía era de ciudades y núcleos urbanos densamente poblados y un medio rural con población escasa y dispersa. Tras el Covid-19 probablemente se revertirá esa tendencia. Hemos comprobado que sucesos como una pandemia pueden provocar un cambio de paradigmas en la demanda y uso de energía. Los precios de combustibles y energéticos en general están expuestos a variaciones dramáticas por eventos geopolíticos y de mercado. La cuarentena mundial en su parte más álgida, de confinamiento radical, pareciera que le dio un respiro temporal al medio ambiente, induciéndonos a concebir que sí es posible lograr una coexistencia más sustentable; humanidad y ecosistemas. Se precisa de mayor innovación y esfuerzos para que la generación, manejo y uso de la energía sea más limpia, eficiente y de ser posible, barata.
Mucho de lo que hacíamos tendrá significativas modificaciones. Los nuevos derroteros en lo social, productivo, gubernamental, influirán en el sector energético y en general en todos los sectores. Mientras más pronto comencemos a rediseñar el futuro, más rápidos serán los avances hacia las nuevas y mejores condiciones en lo individual y en lo colectivo. Una frase de autor anónimo reza que los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo; es el inicio de uno nuevo. Vayamos dándole forma entre todos a ese nuevo mundo deseado; más humano, justo, democrático y sustentable.