Recientemente vi el capítulo tres de una serie llamada Landman, que versa sobre el sector petrolero. Me sorprendió una declaración del personaje principal, Tommy Norris, al referirse a un aerogenerador y al sector energético. Deduzco –y aplaudo– que el guionista se documentó sobre el tema. En resumen, el protagonista en cierta escena le dice a una abogada que construir y poner en operación un aerogenerador (turbina para generar electricidad con el viento), implica una huella de carbono significativa que empaña, por decirlo así, su reputación de ser energía limpia. Se refiere a los combustibles fósiles que se utilizaron para producir el concreto, el hierro, el cobre, entre otros elementos, además del transporte, lubricantes y derivados del petróleo, todo esto en su momento provocó una determinada emisión de gases de efecto invernadero. Norris expresó que el petróleo sigue y seguirá dominando el mundo, principalmente a consecuencia de la fuerte demanda de energía por parte de sociedades y humanidad en general. Es una verdadera paradoja –por decirlo cortésmente– que producir vehículos eléctricos implique una huella de carbono impresionante y que para operar utilicen electricidad predominantemente generada con combustibles fósiles.
Efectivamente, el común denominador del desarrollo a lo largo de la historia es la energía. Buena parte de las revoluciones tecnológicas han sido posibles gracias a la energía y de esta dependen las sociedades actuales. Existe una indiscutible interrelación economía-energía. La falta de acceso a fuentes de energía confiables, competitivas y sustentables constituye una limitación riesgosa para el progreso social sostenible, para el crecimiento económico y para el bienestar de la población. La generación de electricidad mundial creció en las últimas décadas a una tasa media anual del 3.3%. A esta tasa, aproximadamente cada veinte años se debe duplicar la capacidad e infraestructura eléctrica. El dilema que enfrentamos como humanidad es que necesitamos energía, pero en su producción y uso –en condiciones actuales– contaminamos el planeta. Es penoso decirlo; no existe hoy en día ningún medio de generación de electricidad totalmente inocuo, cien por ciento limpio.
Los combustibles fósiles, especialmente el petróleo y el gas, aunque no se han agotado, su extracción cada vez es más complicada y costosa. Por otro lado, en un mundo cada vez más globalizado, los eventos geopolíticos impactan el sector energético cada vez con mayor fuerza en cuanto a disponibilidad y precios internacionales.
Necesitamos más y más energía al paso del tiempo. Lo deseable es que esa energía sea en cantidad suficiente, de calidad, a precios competitivos y con el menor impacto ambiental posible. Menudo desafío el que tenemos.
¿Cuáles son los retos energéticos que enfrentamos?
1.- La necesidad de garantizar el suministro de energía que las sociedades requieren para el desarrollo y para mantener –y eventualmente mejorar– sus condiciones de vida. Esto requiere tres aspectos fundamentales; dinero, tecnología, voluntad. Los países deben procurar por proyectos que alcancen un equilibrio tecnológico, financiero, social y ambiental. Lograrlo es por demás complicado.
2.- Descarbonizar el sector energético. Eliminar o reducir la dependencia de combustibles fósiles. No se ve claro el panorama en este sentido. La sumatoria de la participación de todas las energías renovables conocidas llega a un escaso 12 % en las necesidades energéticas totales. En el sector eléctrico mundial las renovables representan apenas el 17 %. La energía solar aporta un 2 % y la eólica un 3 % (todas las cifras que cito provienen de reportes oficiales de la Agencia Internacional de Energía). ¿Debemos entonces renunciar a las energías renovables? ¡Por supuesto que no! Lo deseable es lograr una participación de las renovables más importante, significativa. Con la tecnología y condiciones actuales es prácticamente imposible que las energías renovables desplacen a los combustibles fósiles. ¿Estamos contra la pared? De alguna manera sí. El crecimiento de estas energías en el futuro, estará condicionado por el desarrollo de sistemas de almacenamiento y de tomar medidas que permitan la conexión y aportación de las renovables intermitentes en condiciones de seguridad y confiabilidad. Se requiere, apremian, innovaciones disruptivas que cambien radicalmente la manera de producir, conducir y consumir la energía eléctrica.
3.- Conviene enfatizar en la eficiencia energética (intensidad energética), que significa procurar producir igual o mayor desarrollo (PIB) y calidad de vida con menos energía. Es decir, se busca el mismo o mayor nivel de productividad y confort con un menor consumo energético. Para esto se requieren aparatos y equipos de mayor eficiencia asociado a otras acciones y medidas con el mismo fin, especialmente las que tienen que ver con hábitos. El uso racional y eficiente de energía más allá del ahorro económico –lo cual es un incentivo- busca disminuir la afectación al medio ambiente. Cada vez que hacemos uso de un equipo eléctrico o electrodoméstico, cualesquiera que sea su tipo, forzamos al sistema a generar esa electricidad. Para esto se precisa además de tecnología; conocimiento, conciencia, cultura, convicción. Debemos entre todos ralentizar la demanda de energía. No consumirla irracionalmente por el solo hecho de tener la disponibilidad de ella o los recursos económicos para pagarla. De nueva cuenta, es necesario ser sensibles ante las implicaciones ambientales.
Se requiere reforzar la inversión en energías limpias, sean o no renovables. Esto precisa diseñar e invertir en los sistemas eléctricos para que puedan operar bajo condiciones extremadamente complejas y flexibles, además de considerar elementos asociados como almacenamiento masivo, captura de carbono, entre otros aspectos. Para hacer frente a estos retos lo deseable es que los gobiernos trabajen de la mano con la iniciativa privada, la academia y otros actores. En tanto surjan nuevas opciones, quizá la nuclear y el hidrógeno sean alternativas prometedoras en cuanto a energía limpia.
Dado que una transición energética es y será gradual, conviene seguir invirtiendo en energías limpias y en combustibles fósiles para asegurar la coexistencia entre ellas en tanto se procura que las primeras desplacen a las segundas. Debemos también tener cuidado del riesgo que implica la insuficiente disponibilidad de metales y materiales críticos para el sector eléctrico y energético en general. Aquí nos referimos al cobre, el litio, silicón (paneles solares), por mencionar algunos relevantes. Sin ellos sería literalmente imposible tener y expandir el sector eléctrico mundial. Ya hay destellos de crisis en este tema. Para construir las baterías de almacenamiento masivo de energía necesarias para apuntalar las tecnologías de naturaleza intermitente (solar, eólica), para lograr una alta participación en los sectores eléctricos interconectados, actualmente no hay la disponibilidad suficiente de metales y otras materias primas para tal propósito.
La Transición Energética en esencia significa transitar de un sistema energético sustentado en los combustibles fósiles a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono basado en fuentes renovables o limpias. Involucra entre otras cosas, de un especializado bagaje técnico y tecnológico además por supuesto del aspecto financiero. Urgen innovaciones tecnológicas que catalicen la maduración y mayor aprovechamiento de energías limpias en condiciones de viabilidad técnico-económica. Aproximadamente el 80% de la energía que mueve al mundo hoy es fósil y contaminante. Apremia privilegiar la ciencia, la ingeniería, la innovación tecnológica y las políticas públicas adecuadas que abonen en ese sentido. No tomar medidas oportunas y efectivas podría llevarnos como humanidad a un caos de corte apocalíptico. Aquí aplica muy bien esa provocadora frase escrita por Juan Rulfo; nos salvamos juntos o nos hundimos separados.