Antes de la reforma energética de 2013 promovida por el ex presidente Enrique Peña Nieto, ¿el sector eléctrico mexicano estaba en ruinas, endeble, con frecuentes y prolongados apagones en el sistema, con tarifas exorbitantes, con una mala percepción de los clientes? La respuesta es un no rotundo. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) era una empresa reconocida y respetada local e internacionalmente. No se podría entender el crecimiento y desarrollo de nuestro país al margen de la participación de la CFE. Ha electrificado prácticamente todo el territorio nacional, 98.85% de los habitantes, en cumplimiento de su lema original: “Electricidad para el progreso de México”.
Derivado de la referida reforma energética y sus leyes secundarias, la CFE pasó de monopolio a ser un competidor en el nuevo mercado eléctrico con otras empresas. La teoría señala que la sana competencia en cualquier sector, incluyendo el eléctrico, crea presión sobre las compañías para bajar costos, mejorar calidad y servicio y crear nuevos productos y procesos. Para lograr una competencia justa que brinde esos beneficios, se requiere de una regulación juiciosa y transparente. Eso precisamente fue lo que no se dio en la reforma del 2013. La nueva legislación fue dolosamente adversa a la CFE con la clara intención de disminuirla. La CFE fue fragmentada en trece subsidiarias y filiales a las cuales de manera perversa las pusieron a pelear entre sí. Se dieron concesiones excesivas a empresas particulares en perjuicio de CFE y del erario público. La CFE aunque tiene más de 46 millones de clientes, la mayoría son en baja tensión, considerados como usuarios no calificados. Se ha quedado con el grueso de pequeños clientes, predominantemente de baja facturación, en muchos casos dispersos, con un componente político-social complicado en varias regiones (oponerse a CFE se ha convertido en una bandera política de partidos y organizaciones), lo que ocasiona una operatividad compleja y de baja rentabilidad. Adicionalmente la han sometido a severos recortes presupuestales.
Todo lo anterior ha impactado desfavorablemente a la CFE. Trastocó su cadena de valor. Redujo su eficiencia operativa y administrativa y por ende su competitividad. Las evidencias saltan a la vista. Estados de resultados financieros complicados. La población, la sociedad, percibe –y no para bien- que la actual CFE no es la misma. La continuidad del servicio, atención de apagones, fallas y reportes, no se atienden con la prontitud de antaño. Toda empresa normal procura en lo posible incrementar sus clientes y ventas para mejorar sus ingresos. En la actualidad realizar una nueva contratación de suministro de electricidad, cualesquiera que sea la tarifa, por lo general es algo tortuoso y tardado. Cada región tiene su particular normatividad y procedimientos. Aparentemente la prioridad del personal es atender, cumplir, complacer, los requerimientos de sus corporativos centrales soslayando lo verdaderamente importante; el cliente, la productividad, la seguridad, la eficiencia, la rentabilidad. Una interesante y práctica evaluación organizacional es preguntar a los trabajadores de mandos medios hacia abajo, cuál es el rumbo de la organización. Hacia dónde va la empresa y por qué. Cuáles son las estrategias. Es una penosa realidad que regularmente la tropa de la CFE no lo tiene claro. Predomina lo clásico de las empresas en crisis; mucho activismo y poca estrategia. En diferentes regiones del país el personal de campo se queja que parte del parque vehicular está parado sea por fallas o por falta de combustible. Los mandos medios acusan de sobrecarga de trabajo con largas y desgastantes jornadas. En algunos casos refieren incluso presunto maltrato laboral o trato irrespetuoso. En resumen, a manera de metáfora; a pesar de que muchos remen con fuerza y ahínco, al desconocer el rumbo del barco, gran parte del esfuerzo será infructuoso. En el tema de alineamiento organizacional existe un gran potencial por explotar.
En las regiones con conflicto político-social que repercute en el no pago por los consumos y en el uso ilegal de la energía, han dejado sola a CFE sin el respaldo gubernamental requerido. En cuestiones de inseguridad, una trágica muestra: en Chiapas desaparecieron en el mes de febrero de 2022 tres trabajadores durante el desempeño de sus labores. Presuntamente fueron levantados por el crimen organizado. Hace más de un año que no se sabe nada de ellos. Pasaron a formar parte de la dolorosa estadística, aunque cada uno tiene nombre y apellido, de los miles de desaparecidos, y siguen desapareciendo, en nuestro país.
El discurso del gobierno en turno reiteradamente habla de rescatar a la CFE, sin embargo los hechos dicen otra cosa. Para rescatar a la CFE se requiere ponerle el piso parejo en cuanto a regulación y normatividad. El respaldo del Estado para garantizar el quehacer y desempeño de la CFE. Asignarle presupuesto suficiente e inteligentemente etiquetado y auditado. Asegurar un liderazgo y dirección con enfoque estratégico en todos los niveles y procesos. Un sindicato valiente y propositivo que vele por los legítimos derechos de sus agremiados y también esté comprometido con la productividad, honestidad y eficiencia. Se precisa de liderazgo genuino: visionario (capaz de ver, comunicar, un futuro mejor que lo actual), ético (que se rija por valores y principios; honestidad, responsabilidad, servicio, respeto, entre otros), y competente (capaz de dar resultados a pesar de los obstáculos). El liderazgo genuino concibe y comunica una visión compartida conveniente e inspira a la gente a hacerla realidad a pesar de los obstáculos, con estrategias correctas y la moral alta -buen clima organizacional-. Se reconoce y aplaude donde se estén dando estas condiciones. Es necesario prevalezcan en toda la organización.
Históricamente la CFE ha sido un referente nacional e internacional en materia de electricidad y otras áreas. Para ejemplo tenemos el prestigioso laboratorio LAPEM, muy recurrido por empresas nacionales e incluso de varios países latinoamericanos. Los Manuales de ingeniería civil de viento y sismo de CFE son de lo mejor en la materia en México. Los ingenieros y especialistas de CFE han destacado desde siempre por su experticia –muchos técnicos de la iniciativa privada emanaron de sus filas-. De manera particular ha resaltado y se ha reconocido la vocación de servicio, el espíritu de sacrificio demostrado por el personal de CFE reiteradamente en la respuesta y atención en la afectación de huracanes y catástrofes naturales.
No se pide que la CFE sea la misma de antes. Los tiempos y el mundo cambian. Se precisa convertirla en una empresa verdaderamente competitiva en el contexto actual. Las naciones se han visto en la disyuntiva de que sus sectores energéticos dependan del Estado o del mercado. Dejar la energía, la electricidad, totalmente en manos de empresas privadas sería una apuesta arriesgada. Ellas podrían en determinadas coyunturas privilegiar sus utilidades y elevar los precios a niveles estratosféricos en perjuicio de los consumidores finales. Ya ha pasado y ocurre actualmente en varios países del mundo. El mercado por sí solo, sin una regulación juiciosa, puede dar lugar a aberraciones donde el maximizar las ganancias de las empresas y accionistas pasa por encima del bien común. Dejar el sector eléctrico como monopolio estatal absoluto tampoco sería la mejor opción, porque sería difícil para cualquier gobierno hacer frente en solitario al colosal reto de expandir la infraestructura, en especial porque tiene variadas necesidades también prioritarias como salud, educación, seguridad, programas sociales, que consumen gran cantidad del presupuesto público. Por otra parte, los monopolios cualesquiera que sea su giro, privados o gubernamentales, al no tener competencia usualmente soslayan los conceptos de eficiencia y competitividad.
No está mal que la iniciativa privada invierta. Es deseable exista una participación mixta en el sector. El incremento de la dependencia energética y las repercusiones de los conflictos de carácter geoestratégico ligados a productos energéticos como el conflicto Rusia-Ucrania, han realzado la importancia de los sectores energéticos en la mayoría de los países. México no puede sustraerse de ese contexto. Debe procurarse una adecuada regulación del sector eléctrico en beneficio de todos los mexicanos. La electricidad es pilar del desarrollo económico y social. El sector energético es un asunto vital, estratégico, literalmente de seguridad nacional, el cual requiere de la rectoría del Estado en aras de privilegiar el interés público.
Es momento de rescatar y fortalecer a la CFE. México requiere de una empresa estatal como herramienta de política pública, fuerte, productiva, para evitar abusos y distorsiones del mercado, cuidar al consumidor y presionar los precios a la baja. La iniciativa privada juega un rol importante como coadyuvante en el desarrollo del sector en lo financiero y tecnológico. También como incentivo, acicate, para la eficiencia y competitividad de todas las empresas participantes en el sector eléctrico, incluida por supuesto la CFE.
Es tiempo que el bien común, el interés nacional, esté por encima del dogma, del encono, de los intereses particulares o de grupo. La energía y en particular la electricidad, es insumo vital del cual depende el crecimiento en lo económico, social y en la calidad de vida de la población. Por todo ello es importante rescatar a CFE. Pero rescatarla de verdad antes de que sea demasiado tarde. Nos conviene a todos.