Existe consenso en que la energía es insumo vital para el desarrollo económico y social de las naciones. Literalmente, sin energía, la sociedad colapsaría. No podemos siquiera imaginar a la humanidad como la conocemos sin la disponibilidad de energía. Quien controle la energía puede decidir sobre la economía, el desarrollo y la calidad de vida de la población. En cuanto a electricidad, el reto que enfrentan los países es asegurar la disponibilidad de energía eléctrica en condiciones de suficiencia (cantidad), calidad (parámetros, continuidad), precio (competitivo) y sustentabilidad (mínima contaminación ambiental). Expandir un sistema eléctrico para absorber el crecimiento de la demanda al paso del tiempo requiere recursos multimillonarios. En el caso de México, el crecimiento porcentual de la demanda de energía eléctrica de 2020 a 2021 fue de 3.5% (valor similar al crecimiento mundial y local pre pandemia). Con tasas como esta, prácticamente se tiene que duplicar la infraestructura de generación, transmisión y distribución –y modernizar la existente- cada veinte años.
Las naciones se han visto en la disyuntiva de que sus sectores energéticos dependan del Estado o del mercado. Dejar la generación de energía totalmente en manos de empresas privadas es una apuesta arriesgada. Ellas podrían en determinadas coyunturas privilegiar sus utilidades y elevar las precios a niveles estratosféricos en perjuicio de los consumidores finales. Ya ha pasado y ocurre actualmente en varios países del mundo. El mercado por sí solo, sin una regulación juiciosa, puede dar lugar a aberraciones donde el maximizar las ganancias de las empresas y accionistas pasa por encima del bien común. Ellas obedecen y se interesan en sus cotizaciones en las bolsas de valores; frías, sin rostro ni corazón, donde lo más importante son los rendimientos, así sea por especulación o prácticas poco éticas. Dejar el sector eléctrico como monopolio estatal absoluto tampoco sería la mejor opción, porque sería difícil hacer frente en solitario al colosal reto de expandir la infraestructura, además de que los monopolios cualesquiera que sea su giro, privados o gubernamentales, al no tener competencia usualmente soslayan los conceptos de eficiencia y competitividad.
Es deseable se cuente con participación mixta, Estado-privados. En ocasiones este enfoque causa conflicto en quienes están radicalmente casados con los extremos. Los puristas del Estado o del mercado. Vamos por partes. Los gobiernos por sí solos difícilmente pueden atender en lo económico y técnico el crecimiento y expansión de la infraestructura energética, en especial porque tienen variadas necesidades también prioritarias como salud, educación, seguridad, programas sociales, por mencionar algunas, que consumen gran cantidad del presupuesto gubernamental. La iniciativa privada puede y debe participar para invertir, coadyuvar en el desarrollo, dentro de un marco ético debidamente regulado. Conviene que participe la iniciativa privada. La sana competencia en cualquier sector, incluyendo el eléctrico, crea presión sobre las compañías para bajar costos, mejorar calidad y servicio, y crear nuevos productos y procesos. Para una competencia justa que brinde esos beneficios, se requiere de una regulación juiciosa y transparente. Hay de dónde aprender. El caso de Enron California por ejemplo.
Se suponía que la política energética de Europa era un modelo para el mundo. Con los recientes eventos geoestratégicos queda claro ahora que sí es un ejemplo, pero de lo que no se debe hacer. La guerra Rusia-Ucrania. El protagonismo para bien o para mal de China en lo económico, político y ambiental. Las pandemias. La inflación. Los fenómenos naturales. Los eventos geopolíticos en países clave. La globalización con sus pros y contras. Todo en conjunto ha provocado una violenta sacudida al status quo y paradigmas que habían prevalecido en el mundo y que dábamos por sentado. Europa contempla cortes de energía, racionamiento y aumento de los precios de la energía este invierno 2022 a niveles nunca vistos. Alemania trabaja en la toma por parte del gobierno de las compañías de gas para evitar el colapso energético. Ante la urgencia de sortear la dependencia del gas por los altos costos del energético producto de todo lo mencionado, varias naciones recurren de nuevo a la energía nuclear (energía limpia que insensatamente estaban abandonando). Francia: 14 nuevos reactores. Japón: reiniciar 25 reactores existentes y adicionar nuevos reactores de última generación. Reino Unido: 8 nuevos reactores. Polonia: 6-9 nuevos reactores. De manera emergente están optando por incrementar la generación de electricidad con carbón. Altamente contaminante, sí. Pero están contra la pared y deben echar mano de lo que puedan para evitar colapsar por generación insuficiente. Conviene recordar que con la tecnología disponible en la actualidad, lo cual es lamentable, las energías renovables como la eólica y solar por sus debilidades o limitaciones (variabilidad, intermitencia, carencia de inercia rotatoria) no pueden resolver el abasto de energía.
El incremento de la dependencia energética y los conflictos de carácter geoestratégico ligados a productos energéticos han intensificado la necesidad de reconstruir los modelos energéticos actuales. Recientemente la presidente de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, realizó una declaración que conmocionó: “Los precios de la electricidad que se disparan ahora están exponiendo las limitaciones de nuestro diseño de mercado actual. Fue desarrollado para diferentes circunstancias. Por eso ahora estamos trabajando en una intervención de emergencia y una reforma estructural del mercado eléctrico.”
¿Por qué se está considerando actualmente la intervención gubernamental en los sectores energéticos en países del primer mundo? Porque los modelos de libre mercado han demostrado que no funcionan adecuadamente. En el sector energético, especialmente en situaciones de crisis. De la disponibilidad de energía depende el desarrollo económico y social y la calidad de vida de la población de toda nación. Por esta razón la energía, la independencia energética, la seguridad energética, es un asunto de seguridad nacional. Los gobiernos necesitan asegurarse que la ausencia o inoperancia de la presunta mano invisible del mercado no lleve al sector y a la población a extremos fuera de toda proporción en precios y disponibilidad poniendo en riesgo el desarrollo, la estabilidad y la calidad de vida. Bajo esta premisa en el contexto y coyunturas que prevalecen hoy en día varios gobiernos están apurados en reconstruir sus sectores y mercados eléctricos. Todo lo anterior se traduce en la apremiante necesidad de realizar reformas energéticas. El mundo no puede continuar bajo un esquema en que mercados y empresas controlen los precios y disponibilidad a libre arbitrio, sea en especulación o coyunturas en las que las transnacionales privilegian sus ganancias.
Lo que están urgidos por hacer Alemania, Reino Unido, Francia, entre otros en medio de la crisis, lo ha procurado el gobierno mexicano en el pasado reciente. Se propuso en 2021-2022 una reforma eléctrica que consideraba un esquema mixto; Estado-Privados. 54 % de generación CFE (ligeramente mayoritario para asegurar un contrapeso estratégico), 46 % de generación privada, además de que el Estado regule el sector privilegiando el interés público, dando espacio a la participación privada dentro de un marco legal justo y razonable que blinde al sector de especulación y lucro desmedido. Dicha propuesta no fue aprobada en medio de una discusión viciada con ruido ideológico y dogmático de corte político o partidista por ambas partes. Abundaron las medias verdades, imprecisiones y falacias. Conviene retomar con responsabilidad lo antes posible este tema a fin de garantizar a México y a los mexicanos la deseada e indispensable seguridad energética.
La necesidad de electricidad seguirá en aumento. El tema de combustibles fósiles se complicará cada vez más. Las energías renovables con la tecnología actualmente disponible no pueden resolver completamente el suministro de energía requerido ni la descarbonización del sector en condiciones técnico-económicas viables. Es imperioso incentivar la innovación, preferentemente disruptiva, que permita generar, gestionar y consumir la energía de manera más eficiente, limpia y barata. En resumen, acorde al título de este texto, las reformas energéticas que vienen son las de Alemania, Reino Unido, Francia, por mencionar algunas. También más pronto que tarde la de México.
Es tiempo de dejar de lado el dogma, el encono, la confrontación virulenta y estéril. Que el bien común, el interés nacional, esté por encima de intereses particulares o de grupo. La energía y en particular la electricidad, es insumo vital del cual depende el crecimiento en lo económico, social y en la calidad de vida de la población. Apremia lograr consensos y sinergia entre los actores directos e indirectos del sector: gobierno, iniciativa privada, organismos autónomos, academia, sociedad, para conducir a nuestros países y mundo hacia una condición energética más segura, eficiente y sustentable. Se precisa de liderazgo estratégico; visionario, ético, competente. De todo ello depende en buena medida nuestro futuro.