El común denominador del desarrollo a lo largo de la historia es la energía. Buena parte de las revoluciones tecnológicas de la era moderna han sido posibles gracias a la energía y de esta dependen las sociedades actuales. La energía es un asunto relevante en la agenda económica, social y medioambiental a nivel mundial. Mientras la demanda energética va en constante aumento, el mundo enfrenta complejidades de diferente índole; sociales, políticas, económicas, ambientales, salud. A medida que un país crece, se precisa de más energía, presentándose una interrelación economía-energía. La energía es un insumo esencial para la sociedad; su disponibilidad y abastecimiento influyen directamente en el crecimiento social y económico, y en consecuencia, en la reducción de la pobreza. La falta de acceso a fuentes y redes de energía confiables y sustentables constituye una limitación riesgosa para el progreso social sostenible, para el crecimiento económico y para el bienestar de la población. El desafío de todo país es contar con recursos energéticos suficientes y competitivos para apoyar el desarrollo. La aspiración de toda nación respecto a su sector eléctrico debería ser asegurar la disponibilidad presente y futura de energía eléctrica para el desarrollo económico y social en condiciones convenientes.
En las naciones en vías de desarrollo, particularmente en Latinoamérica, la política energética enfrenta la disyuntiva de depender del Estado o del mercado. México no ha escapado a estas tendencias, planteándose hasta ahora un esquema mixto. La sana competencia en cualquier sector, incluyendo el eléctrico, crea presión sobre las compañías para bajar costos, mejorar calidad y servicio, y crear nuevos productos y procesos. Para lograr una competencia justa que brinde esos beneficios, se requiere de una regulación juiciosa y transparente.
Desafortunadamente el tema y el debate suele viciarse con el ruido ideológico o dogmático de corte político o partidista. Abundan los presuntos expertos –que usualmente no son ingenieros electricistas- que con medias verdades, imprecisiones o de plano falacias tratan de impresionar a la población. Tampoco ayuda la manera en algunos funcionarios, políticos, empresarios, organizaciones diversas, asumen posiciones viscerales y rijosas que atizan la polarización y el encono. Es importante y nos conviene a los mexicanos se asegure una adecuada regulación del sector energético en un marco de ética y profesionalismo, porque de la disponibilidad presente y futura –y en qué condiciones- de la energía, depende el desarrollo de cualquier país y el nivel de vida de la sociedad. En la teoría de juegos, un juego de suma cero describe una situación en la que la ganancia o pérdida de un participante se equilibra con exactitud con las pérdidas o ganancias de los otros participantes. Pareciera que esta definición retratara al sector eléctrico mexicano en estos tiempos, en que cada parte desea ganar y que la otra pierda. No debiera ser así, porque a la postre todos salimos perdiendo.
No está mal que el sector privado invierta. Al contrario, es conveniente su participación. El Estado por sí solo difícilmente podría hacer frente al mayúsculo reto financiero que representa expandir el sistema eléctrico nacional. Pero la participación privada debe darse dentro de lo ético y razonable. El caso de ENRON en California en el pasado, debe ser un claro y permanente recordatorio de que un mercado puede degenerar en especulación y fraude. A finales del año 2000 la poderosa compañía norteamericana ENRON dolosamente manipuló el mercado eléctrico provocando crisis artificiales de generación y demanda –que incluyó cortes y restricciones en el suministro de electricidad- con el objeto de incrementar los precios a niveles inimaginables en perjuicio de los consumidores y de la economía. Al verse descubiertos, intentaron justificarse con el argumento de que esa era una práctica común de los participantes en los mercados eléctricos. Este es un ejemplo crudo y real de distorsión de la ley de la oferta y la demanda en un mercado sin adecuada regulación. En días de alta demanda o de presunta escasez del vital insumo por cualquier motivo, los precios se disparan sin pudor. Los acaparadores procuran con argucias imponer sus precios y condiciones sin ningún asomo de humanidad y empatía. Esto es lo que sucede en los mercados eléctricos deficientemente regulados, sea por omisiones, incompetencia, o por componendas dolosas para favorecer a ciertos proveedores en perjuicio de clientes y sociedad.
¿Cómo evitar las distorsiones de un mercado eléctrico? Con una adecuada y objetiva regulación a cargo del Estado que garantice prevalezca el interés público. Es decir, asegurar que no se llegue a dar especulación, manipulación, que busque brindar beneficios excesivos (lucro) en perjuicio de los consumidores, del sector y la sociedad, además de garantizar la disponibilidad de energía eléctrica para el desarrollo del país. Esto incluye la búsqueda del menor precio posible en equilibrio con las variables y factores que intervienen en el sistema eléctrico. Me refiero a generación base, punta, potencia y energía, expansión de la infraestructura, entre otros aspectos. Algunas renovables como la eólica y solar aparentemente son más baratas, pero si se les considerara almacenamiento masivo para mitigar la intermitencia (para acumular y despachar en otros horarios así como dar tiempo para que entren en operación otras centrales convencionales en caso de intermitencia) y para variaciones de frecuencia (alta potencia), todo ello para poder participar sin vulnerar la confiabilidad de los sistemas eléctricos interconectados, eso incrementa enormemente sus costos igualando e incluso superando otros tipos de generación caras. En cuestión de infraestructura, que se pueda concertar el crecimiento del sector tomando en cuenta la disponibilidad (suficiencia) -presente y futura-, en condiciones de calidad (parámetros eléctricos de referencia, continuidad y confiabilidad del sistema), bajo criterios de sustentabilidad (minimizar la afectación al medio ambiente). Nunca debemos de perder de vista que de todo esto depende el desarrollo económico y social de cualquier nación y en consecuencia la calidad de vida de su población. La energía es un tema vital y estratégico, y aunque a algunos no les guste, es un asunto de seguridad nacional.
Otro tema de interés es que se incentive aún más la innovación en la búsqueda de maneras más eficientes, limpias y baratas de generar, gestionar y consumir la energía eléctrica con una orientación y premura hacia una transición energética real y efectiva. El sector eléctrico tiene un promisorio futuro. Infinidad de aparatos, dispositivos, incluidos vehículos, progresivamente en mayor número, operarán con electricidad. Al darse una demanda creciente, se asegura el consumo y por ende ventas y facturación. El mercado eléctrico tiene garantizados los clientes actuales y futuros. Es importante que este opere y crezca en condiciones adecuadas en todos los sentidos.
Ya es tiempo en el caso de México, que gobierno, iniciativa privada y demás actores, dejen de lado el sesgo y encono político e ideológico, y negociando, consensuando, encuentren de manera ética y propositiva los esquemas adecuados para que juntos, Estado-Privados, puedan fortalecer el sector eléctrico y asegurar la disponibilidad presente y futura de energía eléctrica con suficiencia, calidad, precio y sustentabilidad para el desarrollo económico y social del país. En otras palabras; una transición hacia un sector energético más seguro, eficiente, y menos contaminante en beneficio de todos. Hacemos votos para que así sea.